Día 10: por fin a la selva

Segundo intento de ir a Puerto Maldonado. Aunque habíamos acordado 10 soles por el trayecto al aeropuerto con Rolando, finalmente nos envió a un amigo que se empeñó en cobrar 15, cosa que consiguió tras una discusión de la que cansamos rapidamente. Problema contínuo con los taxistas, que siempre intentan sacarte un extra.

Para ir a Puerto Maldonado hicimos una maleta pequeña con lo imprescindible y dejamos la grande en Cusco, en el hotel donde nos alojaríamos a la vuelta para no cargar demasiado peso innecesario. Hasta ahora en todos los hoteles nos han guardado las maletas sin ningún problema.

Esta vez el vuelo de Taca salió puntual. Durante el descenso del avión pudimos avistar la inmensa y espesa selva surcada por los intrincados meandros que formaba el río con sus aguas color barro, como en las películas. Impresionante la enorme extensión de árboles que abarcaba hasta el horizonte.

Puerto Maldonado

A la llegada a Puerto Maldonado lo primero que notamos fue el calor húmedo que golpeó nuestras caras. A estas alturas del viaje agradecíamos la sensación de calor después de tantos días «sufriendo» el frío del altiplano peruano.

Corto Maltés

Nuestro alojamiento para esos días sería el Corto Maltés lodge. Formalizar las reservas con ellos resultó bastante trabajoso, nuestros «problemas» para entendernos en idioma peruano generaron un largo intercambio de correos. Como habíamos cambiado nuestra llegada debido a la cancelación del vuelo inicial tuvimos que llamar a Claudia (la encargada de las reservas del corto Maltés) en varias ocasiones pero en ninguna de ellas tenían muy claro si teníamos reserva o no después de tener la confirmación hacía meses.

En nuestro último correo enviado a la tal Claudia le avisamos de que llegaríamos más tarde en el vuelo de Taca, pero tampoco se enteró y nos esperaban en el vuelo más temprano de StarPeru, con lo que al llegar a Puerto Maldonado no había nadie a recibirnos. En el parking vimos un minibus que ponía «Corto Maltés» y allí nos fuimos. El conductor nos miró sorprendido y dijo: «hombre, ¿sois las Marías? os esperábamos en el vuelo anterior, creiamos que ya no veníais». ¡Buff! difícil de explicar la sensación de frustración después de mil correos y llamadas a la tal Claudia diciendole qué día llegábanos y a qué hora…

Nos dirigimos a las oficinas que el lodge tiene en Puerto Maldonado para pagar la estancia ($270 por persona, 3 días/2 noches) donde también se puede dejar equipaje voluminoso. Allí nos esperaba nuestra amiga Claudia, ya casi de la familia, que nos recibió sorprendidísima: «¡¡hombre, las Marías!! Pensábamos que ya no veníais». Ains, qué cansancio…

Por fin en el embarcadero subimos a la barca que nos llevaría por el río durante 45 minutos hasta el lodge.

Puerto Maldonado

Primera excursión

Tras una rápida comida hicimos la primera excursión a pie por la zona de selva más cercana al lodge. Fue interesante meterse en la selva y conocer plantas y algún animal, aunque nuestro guía (el hombre no era la alegría de la huerta precisamente) nos contaba demasiadas historias y anécdotas personales sobre cada tema con lo que al final la excursión se nos hizo un poco lenta.

Entre las cosas que vimos fue una curiosa hierba adormidera o anestesiante de la que nos dió a probar un poquito y que nos durmió la punta de la lengua durante unos minutos.

También explicó la famosa ceremonia del ayahuasca, que es una planta alucinógena que los indígenas usaban para «entrar en trance» y que según su experiencia te lo hace pasar muy mal en primera instancia (dijo literalmente que vomitas y luego te sientes morir) y después «ves» imágenes sobre tu vida que te hacen reflexionar. Con lo que nos dijo no nos animó en absoluto a probarlo, aunque si alguien se atreve como parte de la estancia ellos te ofrecen tener esta «experiencia vital».

Al oscurecer volvimos al lodge y aprovechamos la excelente temperatura para darnos un chapuzón nocturno en la piscina que nos supo a gloria tras tanta caminata, calor y cansancio acumulados.

Caimanes ¡y capibaras!

Ya metidos del todo en la noche fuimos en barca por la orilla del río en busca de caimanes, armados con unas potentes linternas. Los caimanes amazónicos no son muy grandes en comparación con nuestros amigos los cocodrilos australianos, miden unos 2 metros como mucho y tienen menos envergadura. También son menos agresivos y bastante escurridizos, en cuanto se les apuntaba con la linterna corrían a refugiarse en el agua.

La sorpresa de la excursión fue una familia de capibaras que pastaba al lado del río. El capibara es el roedor más grande del mundo y se asemeja en tamaño a un cerdo pequeño o a un perro grande. Fue muy curioso verlos allí sin asustarse para nada de las luces y flashes.

Puerto Maldonado - Capibaras

A la vuelta ya nos sirvieron la cena. Platos sencillos pero ricamente preparados que tras las peripecias del día entraban muy bien.

Sin más nos fuimos a dormir. Las cabañas del Corto Maltés son muy amplias, en la nuestra había 3 camas y un amplio baño. Están muy bien preparadas y con todos los detalles, tienen mosquiteras en todos los huecos y por si acaso también mosquitera extra en cada cama, que por supuesto usamos. Hay luz eléctrica hasta las 22:30 así que da tiempo a leer y recargar tus cacharros eléctrónicos y baterías de la cámara.

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